jueves, 6 de noviembre de 2014

El celo de los sarrios

De un día para otro hemos pasado del otoño veraniego al inicio del invierno. 
La nieve en el Pirineo ha aparecido un poco tarde para lo que suele ser normal pero esta primera nevada ha sido considerable. Ayer me sorprendió el espesor que ha caído y lo baja que está en algunas zonas.
De las flores me paso a los sarrios, Rupricapra pyrenaica pyrenaica (rebecos), que en esta época del año están en celo y es un espectáculo ver a los machos, con su elegante pelaje de invierno, adoptar comportamientos dominantes: marcan el territorio con orina y unas glándulas que tienen en la base de los cuernos, erizan la crin y adoptan posiciones de advertencia hacia otros machos, todo con el fin de echar a los competidores de su territorio y quedarse con la hembra para intentar cubrirla. Si con esto no basta, se producen persecuciones desenfrenadas y pueden llegar incluso a la pelea, aunque no son muy habituales, cosa que sí ocurre normalmente en cabras montesas e íbices.
Durante este periodo alocado los sarrios pierden gran cantidad de peso, comprometiéndoles el invierno, durante el cual seguirán perdiendo peso debido a la escasez de comida. Al final del invierno los sarrios habrán perdido prácticamente la mitad de su peso, teniendo que recuperarlo durante el verano para poder afrontar de nuevo la siguiente estación fría.
En esta época de año los sarrios mudan su pelaje para hacer frente al duro invierno. Aumenta el espesor y la longitud del pelo para hacerlo más aislante y adquiere un color más oscuro, dándoles esa característica faja en el lomo y antifaz en la cabeza.
En los machos es también muy característico en esta época el pincel peniano, que asoma bajo la tripa como un penacho, diferenciando muy bien a machos de hembras.
En fín, que es una gozada disfrutar también de los sarrios en esta temporada, viéndoles correr entre la nieve y asombrándonos de su resistencia bajos los embates de las ventiscas.